La Directiva Europea relativa a la evaluación y gestión de los riesgos de inundación (2007/60/CE) establece desde el año 2007 la forma en que las administraciones deben de trabajar para evitar los daños producidos por las inundaciones. Esta directiva advierte de que “las inundaciones son fenómenos naturales que no pueden evitarse”: no son las inundaciones lo que debemos evitar sino los daños causados por ellas. Para ello, establece que debe de trabajarse en tres líneas: la prevención, evitando construir en zonas inundables, la preparación mediante instrucciones a los habitantes sobre el comportamiento que deben seguir en caso de inundación y la protección para lo que propone “dar más espacio a los ríos (…) mediante el mantenimiento o restablecimiento de llanuras aluviales”.
Jorge Marquínez, anterior presidente de la Confederación Hidrográfica, afirmaba en una entrevista en setiembre de 2010 que “las crecidas no son buenas ni malas: con las crecidas hay que convivir, es como actúan los ríos y son absolutamente imprescindibles para el aporte de sedimentos y nutrientes al litoral. La clave está en cómo convivir con ellas, y la respuesta tiene que ser en tres escalones. El primero: tenemos que desarrollarnos en zonas seguras, lo que hagamos en el futuro tiene que tener en cuenta ese fenómeno y no vale con poner un muro entre el río y nosotros, porque el río necesita espacio para crecer y las zonas inundables tienen un papel en este proceso. Es inviable pensar que podemos convertir a los ríos en tubos artificiales a base de poner muros en la orilla, porque el problema durante una crecida podría ser dramático. La segunda medida es la defensa puntual, porque como ya hay mucho construido hay que hacer un estudio de costes y beneficios. Y la última es tener una buena predicción de la crecida y una buena gestión de la emergencia en el momento en que ocurre, además de una respuesta posterior positiva y otras medidas paliativas.”
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