Invisibles a casi todos, los pequeños migrantes recobran fuerzas en Lamiako. Discretos y extrañamente confiados, se mueven al ritmo de la bajamar ampliando su área de alimentación.
Los limos de Lamiako están ahí para ellos, amenazados ambos, impasibles, al ritmo de lo eterno. No se inmutan. Sentada en el murete puedo observarles y fotografiarles; una imagen disparatada entre el trajín de la carretera, los aviones que pasan a baja altura de o con dirección a Loiu, las grúas, la mole de la miniacería... y los pajarillos recorriendo los limos justo en el límite de la marea. Es una imagen relajante a pesar de su frenética actividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario